Supersticiones de mercado y demonios invisibles

La idea de que la vida puede explicarse y dominarse es una superstición. También lo es la idea de que es posible vivir sin la duda, o de que la existencia tiene que ser feliz, que alguien o algo ahí afuera está atento a nosotros. ¿Esperas ser iluminado por tu práctica budista, o salvado por tu Dios? Vale. ¿Por qué?

Probablemente nunca respondas por completo esta pregunta, pero esa no es razón para dejar de preguntarla. Necesitamos que se nos recuerde que no podemos saber, no sólo intelectual sino también visceralmente. Abandonar el misterio es perder nuestro potencial para el cambio. Peor: pensar que podemos controlar ese cambio es estar perdido en superstición.

En un sentido, el catolicismo romano y el budismo tibetano en los que estuve inmerso durante mis primeros treinta años eran más supersticiosos que la vida llana que vivo ahora; pero en otro sentido, estoy más tentado que nunca a creer en cosas imposibles. Miro la televisión y me descubro pensando que la fama y la fortuna me harían feliz. Navego por internet y espero que una nueva aplicación resuelva mi pobre administración del tiempo. Leo acerca del último viaje del Dalai Lama y siento pinchazos de remordimiento por haber dejado el budismo tibetano y mis ilustres amigos.

Quizás consideres la creencia tibetana en demonios invisibles una superstición. Son tomados tan en serio que el monasterio de Ganden, en el sur de la India, está dividido por un muro que separa a aquellos que creen que Dolgyal es un buen demonio de aquellos que creen que es uno malo. No hay lugar para aquellos que no creen en él en absoluto.

Por contra, el ejemplo de superstición favorito del maestro tibetano Thubten Yeshe era: los supermercados. Un lama incomformista, le fascinaba el consumismo y utilizaba la comedia para abrirse paso entre nuestras defensas y entregar verdades subversivas. Aunque tenía razón: el ciclo de producción de marca, comercialización y consumo refleja nuestros intentos instintivos de invertir en felicidad.

Cautivado por su gran estilo, apenas vislumbré el potencial explosivo de las semillas que él estaba plantando. Con el tiempo, debilitaron del todo el acogedor nicho que pensaba que había establecido en la comunidad tibetana. Un día me desperté y me di cuenta de que había estado consumiendo budismo tan ansiosamente como una caja de sabrosos bombones. La filosofía madhyamaka era elegante; los rituales tántricos molaban; la Iluminación era como un dulce de avellana, mi favorito.

Intentar alinearnos a un conjunto de doctrinas, en lugar de explorarlas, nos convierte en extremistas, y a las doctrinas, en supersticiones. El dogma es la creencia abusada; la superstición es su hijo bastardo. El problema empieza cuando las creencias cobran una vida propia, como si estuvieran separadas de cómo las vemos. El dharma no es una serie de enseñanzas y rituales. Es algo que haces, y cada cual lo hace diferente. Tenemos que despedazar nuestras apreciaciones del dharma una y otra vez hasta que éste se vuelva nuestro, basado en la experiencia, capaz de absorber cualquier duda y reto. Para efectuar el cambio, debe volverse flexible. Sin un espíritu de cuestionar abiertamente, nunca rechazaremos viejas interpretaciones en favor de nuevos descubrimientos; nunca nos ayudarán a avanzar.

Acoger con sinceridad el budismo significa reconocerlo como simplemente otro producto — contingente, maleable y repetidamente distorsionado por gente que cree que sabe. Sólo nos nutre cuando no tenemos ilusiones al respecto.

Pero con cuánta facilidad esas ilusiones echan raíces. Todos podemos usar la guía y el apoyo de un buen mentor, pero fácilmente nos relajamos en la superstición de que la propia relación nos salvará — especialmente si el mentor es alguien reconocido. Podemos practicar conciencia de la respiración esperando que nos transforme, pero sin conciencia de nuestros motivos no lo hará, y ésta es una meditación delicada e interminable.

Según el Oxford Dictionary, superstición es asombro o miedo irracionales hacia algo desconocido, misterioso o imaginario. Vivir de manera realista es, entonces, ya no sentirse asombrado o asustado por lo desconocido, lo misterioso y lo imaginario. Experimentarás felicidad, y a veces te sentirás seguro/a, pero jamás controlarás ninguna de ambas cosas. No dejes que nadie te convenza de lo contrario.

La superstición más peligrosa de todas es que si dejamos de intentar hacer que esté todo bien no tendremos razón para vivir, amar o prosperar. El gran acto de fe es dejarlo ser.

Amor enfermo

Joshu Sasaki, fundador de Mount Baldy Zen Center en California y el orden Rinzai-Ji de centros adscritosUna vez más, un escándalo se presenta ante los medios budistas.

El maestro Zen Jashu Sasaki Roshi, descrito por su biógrafo y cineasta Don Farber como un  “notable tesoro viviente”, ha sido expuesto como otro predador sexual. Y algo aún más increíble es que su próspera comunidad ya lo sabía desde hace décadas, y no habían hecho nada, mientras continuaban reclutando más estudiantes. Es hasta ahora que Sasaki de 105 años de edad se ha retirado de la vida pública, y que el peligro de la implosión ha pasado, que la comunidad ha encontrado el valor de hablar sobre el asunto, y, aún así detrás de  la anónimidad improvisada de la recientemente creada “Osho Council of Rinzai-ji” en donde ningún nombre personal es mencionado.

Lo que me asombra es el asombro. ¿hay quien todavía sigue creyendo que las comunidades budistas son inherentemente diferentes?, ¿que sus estructuras de poder asimétricas, particularmente en las tradiciones tibetanas y japonesas, de alguna manera son inmunes a las flaquezas humanas?

La relación discípulo-guru pertenece a otra época y cultura.

Mas al punto. ¿Es hasta ahora en que finalmente nos estamos dando cuenta que la relación de Guru y discípulo pertenecen a otra época y cultura? Los estudiantes de Sasaki en su centro de California, Estados Unidos, no son vasallos feudales, sino modernos ciudadanos educados en las democracias liberales, entrenados al menos en una rudimentaria imparcialidad científica y estimulados a través de años de educación escolar para pensar por si mismos.

No necesitamos preguntarnos ¿porqué hombres en puestos de poder incontrolado se comportan tan mal?. Lo que necesitamos entender más claramente, o al menos lo que debería de preocuparnos más profundamente, tendría que ser ¿cómo es que las mismas personas que son abusadas les han otorgado el poder tan libremente?

Mis ocho años como monje budista fueron relativamente benignos, pero surgí de ellos despedazado por la incertidumbre. Mi psicología personal fue uno de los factores, pero también es cierto que las comunidades budistas en las que viví ejercieron una poderosa fuerza social en donde mi candidez fue bien alimentada.

¿Qué fue lo que me llevó al budismo? Yo me encontraba insatisfecho con mi cultura nativa, que me aseguraba que era mejor porque otorgaba libertad, aunque yo sabía que tenía un truco, un juego de palabras. Quieren que nos conformemos con la libertad de elección como un reemplazo barato de la libertad de espíritu, que es tan endiabladamente difícil de identificar.

La verdad es que la libertad de elección es onerosa

Sólo el tomar decisiones ya es bastante difícil. Hace mucho tiempo tus ascendientes determinaban tu carrera, tus padres elegían a tu esposo o esposa, tus circunstancias geográficas dictaban tu dieta y tu estilo de vida. El día de hoy nosotros decidimos todas estas cosas y más. Cada día tomamos cientos de decisiones, o miles. Adolescentes estudiantes, pocos de los cuales saben qué quieren hacer con sus vidas, son forzados a hacer decisiones académicas a largo plazo que apenas pueden entender. Pero saben una cosa: que es estresante, y esto es solo el principio.

La verdad es que la libertad de elección es onerosa. La mayoría de las personas se rinden a la presión y siguen adelante. Algunos de nosotros cuestionamos el status quo y llegamos a la conclusión de que esto es una locura, que nuestra sociedad sólo nos está embaucando. Disfrazando a la comida rápida como nutritiva y anunciando la vida rápida como gloriosa. Lejos de traernos alivio, estas perspicacias son los componentes del estrés. Entonces que no nos sorprenda que algunas personas hagan grandes esfuerzos para liberarse de este estrés dejando que otras personas tomen sus decisiones, alguien en quien puedan confiar.

Cuando nos sentimos descorazonados, buscamos elevar nuestro espíritu. La misma sociedad que nos ha atrapado en sus libertades, nos ofrece placeres y distracciones conciliatorias. Pero una vez que ya tuvimos suficiente de esas, nos volcamos a búsquedas más efímeramente espirituales. Esta palabra deliberadamente vaga desafía una definición. Tiene que ver más con lo que no es: no materialista, no convencional, no racional.

Meditación, filosofía, no mente, no dualismo, vacuidad tienen la garantía de hacernos sentir en boga y especiales

Es entonces cuando las cosas se complican. Es cuando crece nuestra vulnerabilidad de la manera menos saludable. Somos tentados por comunidades que nos llenan de abrazos y efusivo amor, con namaste y tashi-delegs, por maestros que dicen ser budas vivientes, por sistemas de meditación, filosofía, no mente, no dualismo y vacuidad que tienen la garantía de  hacernos sentir en boga y especiales. Hasta se nos prometen poderes mágicos y omnisciencia. ¿quién sabe qué es posible y qué no lo es?

La paradoja es que el budismo nos atrae a los más educados de nosotros por su reputación de científico, objetivo, ateo y no religioso. Ninguna de estas es apelativo del budismo. Son un giro moderno, las racionalizaciones urgentes de los occidentales que se vuelcan al budismo después de haber rechazado su propia herencia de cultura y creencias.

Como los Gurus de auto ayuda, los maestros budistas de hoy saben lo que queremos. Para enroscarnos nos prometen el escape del estrés, la paz  mental. Queremos detener la verborrea interna, detener la angustia, detener el sinsentido, detener el tormento… y pertenecer.

En determinado momento en esta búsqueda de refugio abandonamos nuestras dudas y creemos que el Guru es especialmente capaz tanto en su ética como en sus habilidades. Él es más sabio. Confiamos. La comunidad nos lo asegura. Vemos su sinceridad, sentimos el amor que tienen hacia él y somos alcanzados por el mismo amor hacia nosotros. Ellos quieren que nos bañemos en él también. Lo llaman un “tesoro viviente” y nos aseguran sobre sus acreditaciones. Y si es asiático tanto mejor, mucho más fácil.

¿En verdad somos tan simples? Yo lo fui, pero no aisladamente. Yo estaba desesperado, llegando apenas a tiempo a los amorosos y amistosos brazos de la comunidad. Me enseñaron que el dudar es desleal e inmencionable. Que ellos -que nosotros- somos justos y sinceros.

Lo que hacemos a veces es cortar el “darse cuenta” en capas. Es extraño. Todos conocemos lo que se siente cuando por un lado has sacrificado tu autosuficiencia y has comprometido tu integridad, mientras que por el otro te aseguras que es la decisión correcta. Esa duda es insoportable. Cree en la comunidad y compartirás su amor y seguridad; pero también estarás sometido a su justicia.

En las palabras de Alan Watts “Cuando le confieres la autoridad espiritual a otra persona le estas permitiendo bolsearte y venderte tu propio reloj”.

El grupo anónimo de Osho Council of Rinzai-ji que se ha disculpado por Sasaki Roshi y sus tenientes silenciosos ahora se ha comprometido con una “política ética que asegure que este tipo de mal comportamiento que habíamos fallado en atender apropiadamente en el pasado, no vuelva a ocurrir”. Puede ser bien intencionado, pero ¿es realista? Aparentemente no están tan seguros, puesto que han anexado a su declaración la siguiente advertencia “-y será lidiado de manera rápida y apropiada si lo hace”.

Los escándalos sexuales atraen atención porque nos hieren tan tremendamente. El perjuicio es indeleble pero es tan sólo la punta del iceberg. Aún cuando la propiedad sexual se mantiene, la asimetría del arreglo de poder Guru-discípulo ajustan las lealtades que favorecen las personalidades vasallas sobre la verdad y la integridad. Esto es anti democrático. No es liberal y es  engañoso. La relación de poder feudal ha sido arrastrada al mundo moderno bajo el disfraz de orientalismo romantizado. Se encuentra en profunda contradicción con todo lo que el Buda enseñó acerca de trabajar con la experiencia propia. Es necesario no sólo el carisma de un maestro ingenioso, sino también la colusión activa de aquellos que se la compran. El precio de admisión es un poco de duda existencial y una breve fase de debilidad personal. Una vez que estás dentro, la puerta se cierra herméticamente para cualquier duda persistente.

Existe una comunidad natural, no constreñida para contener tus deseos más profundos, sino para acompañarte en los senderos duros de la vida.

Nadie es eternamente fuerte. Todos nos sentimos sobrepasados por las dudas, la tristeza, la depresión, la ansiedad o angustia. Cuando estamos cabizbajos y buscamos soluciones espirituales, entonces es posible que nuestro juicio no solo sea malo, sino ausente.

Yo amo las enseñanzas del Buda. Me parecieron invaluables, y aún me lo parecen. Sin embargo equivoqué budismo por Buda y me perdí en el camino. Fui afortunado de que un día abrí los ojos ante la constreñida rectitud de la vida comunal. Entendí que era momento de tomar camino. Técnicamente yo era libre, no me encontraba bajo ninguna presión ni física ni psicológica para quedarme. Sin embargo me tomó un año entero poder extraerme y soltar mi necesidad de amor y validación de este grupo, dejar ir la imagen que había creado de mi mismo de andar un camino santo y justo para regresar a la franca verdad de que la pureza es una ilusión, de que no había ninguna seguridad y que yo tenía que perseguir el camino mundano solo.

Que de hecho, había estado solo todo el tiempo.

Hay vida después de la comunidad espiritual. Existe una comunidad natural, no constreñida para contener tus deseos más profundos, sino para acompañarte en los senderos duros de la vida. No hay un grupo preexistente ahí afuera esperando por ti. La comunidad real se forma de manera orgánica, espontáneamente. Prepárate para ella viajando ligero. Las personas con mentes iguales no son encontradas en un monasterio particular, en una escuela o un grupo social. Es raro encontrarte con otros con quien verdaderamente comulgues. Eso lo sabemos. Tú sabes eso. Asegurándote dentro de una comunidad cerrada, pretendiendo que estas sano y salvo es una forma segura para no toparte con alguien íntimamente.

Sal de ahí. Vulnerable y honesto. Admite que te encuentras solo en tu propio camino de la vida y que tarde o temprano encontrarás compañeros viajeros, con quien compartirás tus perspicacias como iguales. Algunos de ellos fungirán temporalmente como mentores o guías. Pero mantén presente que las relaciones se deteriorarán en el momento que que abandones tu propio discernimiento, en el instante que que dejes de tomar tus propios riesgos.

De otra  manera ¿cómo podrás saber cuando hablan insensateces, como de vez en cuando todos lo hacemos? ¿cómo te darás cuenta de que te están manipulando, como probablemente lo hagan si ven que no te puedes sostener tú solo? Hasta puede ser que así lo hagan porque te amen.

¿cómo podrías saber que tipo de amor es ese?

Amor deshonesto y los horrores de la compasión

He perdido la fe en el amor universal. Quizás es porque amo a mi mujer y a mi familia y porque nunca he sido más feliz por lo que puedo finalmente abandonar este sueño imposible.

En mi época religiosa intentaba con mucho empeño ser un buen chico y amar a todo el mundo. Sonaba bien en la teoría, pero el hecho es que la gente me molestaba. Una y otra vez me encontraba frente a dos malas elecciones: negar mis sentimientos y pretender amabilidad, o aceptarlos y que me diera todo igual.

No soy tan gruñón como solía ser, pero aún soy incapaz de imaginar un mundo en el que todas las personas se amen unas a otras. Algo en el cuello de mi estómago me dice que sería extraño. Sin discordia, ¿cómo apreciaríamos la concordia? Con el amor universal garantizado, ¿quién se tomaría la molestia del amor personal?

La honestidad aporta la claridad mental sin la cual la compasión queda profundamente incompleta

Habiendo tomado esa atroz decisión, descubrí algo curioso: ahora la gente me importa más que nunca. Es como si el amor fuese una cosa y la compasión, otra. Supongo que no están conectadas, a pesar de que siempre se pronuncien en el mismo suspiro. De todos modos, me siento más honesto ahora.

Y hablando de eso: no me sorprendí cuando recientemente vi una encuesta que situaba la compasión en el primer puesto de una lista de buenas cualidades humanas, al frente de todas las demás. Como temía, la honestidad estaba muy hacia abajo, sin glamour y pasando desapercibida. Esto me hizo fruncir el ceño. La honestidad aporta la claridad mental sin la cual la compasión queda profundamente incompleta.

La cara opuesta de la honestidad es la negación. Lo extraño de la inteligencia humana es que podemos encubrir y esconder a nosotros mismos nuestros propios motivos. Un terrorista suicida se niega el dolor que en realidad le motiva, convencido de que, en lugar de eso, actúa por Dios.

Sentir compasión por los demás es reconocer en ellos tu propia humanidad, y la suya en tí

La negación, el rechazo, yace bajo las miserias diarias así como tras grandes maldades. Nos deja meter la cabeza bajo tierra, ver lo que queremos ver e ignorar la realidad. A causa de la negación, hacemos como si nuestros sentimientos dieran igual, como si fuéramos buenos cuando somos malos y malos cuando somos buenos. Durante miles de años esto nos llevó a creer que la guerra era el camino hacia la paz, que matar es bueno. Sabemos hacerlo mejor; no obstante aún justificamos el autoengaño con racionalizaciones fáciles que descarrilan nuestro juicio y destruyen nuestra paz.

La compasión no es un acto de amor sino de aceptación. Su poder yace en su habilidad de transformar la mente que la alimenta.

La honestidad es innegociable cuando tratamos de nuestros sentimientos hacia los demás, así que seamos claros. La compasión no es un acto de amor sino de aceptación. Su poder yace en su habilidad de transformar la mente que la alimenta. No necesitas amar o siquiera apreciar el objeto de tu compasión. Sin embargo, necesitas imaginación. Sentir compasión por los demás es reconocer en ellos tu propia humanidad, y la suya en tí. El amor universal es otra cosa: es idealista y abstracto. Cierto, es también atractivo, ¿pero es eso lo que de verdad sientes? ¿Amas a todo aquél que encuentras, o estás intentando ser un santo?

Esto es cruda honestidad. Sé que asusta a la gente, pero las más elevadas cualidades de la mente humana no pueden programarse. No hay fórmulas espirituales. La honestidad, la compasión y el amor no son sólo ideas. Puedes hablar sobre ellas y creer en ellas todo lo que quieras, pero al final son cosas que haces.

Existe una extendida actitud pasiva de que las cualidades ‘suaves’ como el amor y la compasión, el respeto y el interés, son obvias y no hay necesidad de examinarlas, como si lo único que importara fuera ser cálido y blando. Ésta es una burrada absurda. La compasión sin claridad es una pálida sombra de si misma.

A todos nos sabe mal por las víctimas de Anders Behring Breivik, el terrorista noruego que disparó y mató a sesenta y nueve personas una tarde de 2011. Si hubierais visto mi cara ese día habríais pensado que expresaba compasión; pero en realidad era miedo. Podría haber estado ahí, pero no lo estuve. Podría haber sido afligido por la muerte de un conocido, pero no fue el caso. Palpé mi cuerpo y mis extremidades, aliviado por estar sano y salvo. A medida que los datos iban llegando, la sensación mutó hacia la tristeza. ¡Qué sufrimiento! Qué tragedia. Esa pobre gente.

Compasión significa ‘sentirse junto a’

Todo esto es muy humano. Es bueno, bondadoso y decente; pero hay más. ¿Qué pasa con quien disparó? ¿Cómo se siente él?

¿Te choca? ¿Te repele? ¿A quién carajos le importa cómo se siente?

Es más, ¿la compasión consiste en comprender mejor la condición humana, o en juzgar? ¿Son estas dos cosas mútuamente excluyentes? ¿Podemos permitirnos el confundirlas?

Yo no estoy confundido. Rechazo los actos de Breivik; y al mismo tiempo trato de entenderlos. Compasión significa ‘sentirse junto a’. No hay juicio ahí, no hay declaración de bandos, no hay amor ni odio. Es una puerta de salida de los confines de mis propias actitudes, una manera de comprender más allá de la perspectiva egocéntrica que me contiene, me protege y me estrecha las miras. La compasión es la más grande de todas las virtudes porque nos da la posibilidad de poner el pie en una realidad mucho más vasta. No es fácil. Da miedo.

Mi intento de ‘sentirme junto a’ Breivik no es cálido ni blando en lo más mínimo. Honestamente, es más bien enfermizo el preguntarse si, en un lugar y tiempo distinto, esto no hubiera podido ser yo. La compasión me permite ver cómo se aisló moralmente, cómo racionalizó sus acciones, cómo reorganizó la imagen que tenía de si mismo en una de mártir y héroe.

No puedes rechazar la negatividad y aceptar todas las dimensiones de la vida

Por supuesto, no puedo igualar sus pensamientos. No tengo manera de saber lo cerca que pueda estar de lo que realmente sucedió, pero esto no importa tanto. No estoy, de ninguna manera, explorando su mente, sino la mía. Estoy comprobando todo mi potencial. Esto me ayuda a comprender mi propia negación y sus perversidades. Es desagradable, pero es cierto.
A los gurús del New Age les encanta dirigirnos hacia nuestro ‘pleno potencial’, pero ¿quién recuerda que la inhumanidad es parte de ese potencial? Si estás empeñado en ser positivo cueste lo que cueste, ver sólo lo bueno en la gente, creer férreamente en el éxito, la salud y la longevidad, estás censurando pedazos enteros de tu potencial: una gran mitad, de hecho. No puedes rechazar la negatividad y aceptar todas las dimensiones de la vida. Intentarlo es hacer una apuesta a la decepción.

Ya es hora de dejar de descontar a los Breiviks y terroristas suicidas de este mundo como si fueran especies aparte. ¿Cuán más claramente entenderemos entonces los giros y los enredos del corazón humano? Quién sabe; quizás hasta dejemos de esquivar el mal y reunamos el coraje para afrontarlo, hablar claro y actuar antes de que se vuelva monstruoso. Puede que nuestros tropiezos sean triviales comparados a los de ellos; pero ellos no son de una naturaleza distinta. Como nosotros, esas personas están motivadas por la necesidad humana básica de sentirse aceptados, de que se les reconozca por lo que hacen. Como nosotros, ellos racionalizarán como puedan y negarán aquello que deban para tener ese sentimiento de aceptación, incluso si es totalmente imaginario, o hasta perverso.

Si podemos identificarnos con eso, entonces deberíamos. Solamente al comprendernos a nosotros mismos podemos cambiar en las formas que queremos.

 

Cuando el budismo es un culto

Hace treinta y cinco años, me encontraba en el templo con un monje mas joven, y nos hallábamos puliendo las estatuas de bronce, cuando la siguiente conversación tuvo lugar. El abad de nuestro monasterio había salido a gira de enseñanzas y había invitado a otro maestro tibetano para sustituirlo en nuestras clases de filosofía; las cosas no iban tan bien.

Monje mayor (yo): “me parece que este nuevo maestro no conoce bien el tema.”

Joven monje (asombrado): “pero nuestro maestro lo eligió”

Monje mayor (yo): “Si, le pregunté sobre eso. Me dijo que eran viejos amigos.”

Joven monje (frunciendo el ceño): “Debe de haber alguna otra razón, una lección para nosotros en esto.”

Monje mayor (yo): “La lección es que hay algunos maestros mejores que otros… quizá el nuestro cometió un error al elegir a este.”

Joven monje (deja de pulir y abre la boca con incredulidad): “¡No puedo pensar así, no pensaré eso!.” (el joven monje abandona mi compañía apresuradamente).

Ese fue el día en que me di cuenta de que mi incesante cuestionamiento me había aislado finalmente de la comunidad.

Este aparentemente trivial intercambio ilustra la paradoja del Budismo tibetano: La devoción al guru.

Esto es lo que dice: Debes considerar a tu guru como un Buda completamente iluminado. Para que te puedas beneficiar de tu relación con él, deberás siempre verlo como teniendo el mayor interés por ti en su corazón, sin importar qué. Si dudas, cuestionas o rechazas, te estas deconectando de tu fuente de avance espiritual en esta vida y en las futuras, en donde sufrirás incontables renacimientos en el infierno tántrico.

¿Es tu devoción al guru una relación verdadera o sólo dependencia?

Como un desesperado y hambriento buscador de lo espiritual hace treinta y cinco años, suspendí todas mis dudas sin pensármelo dos veces. Quemé los puentes que me regresaban a casa; casi me pierdo en las drogas, encontré hogar entre los tibetanos e hice todo lo necesario para encajar.

Como lo han de esperar, esta receta tiene sus peligros. Hay un reciente documental canadiense que reporta que el influyente lama tibetano Sogyal Rimpoche acosó a sus discípulas mujeres por sexo. Como en previas revelaciones menos explosivas, aquellos que deseaban hablar de sus historias fueron confrontados por un código de secretos digno del Vaticano, que ha silenciado incluso al Dalai Lama quien, en 1993, decidió no avalar una carta haciendo un llamado a los estudiantes para denunciar a los maestros abusivos.

Un peligro, menos público pero mas insidioso, es la decisión personal del estudiante de evitar ver a su guru con fallas humanas. Cuando la realidad de la vida es incompatible con tu práctica espiritual, estas encaminándote hacia una amarga desilusión.

En un primer contacto, el budismo tibetano es un dechado de cordialidad en la razón y en la compasión. Sin embargo, las enseñanzas se combinan entre capas de esoterismo, misticismo y acumulaciones de secrecía y exclusividad. Por debajo de todo se encuentra la austeridad de la ética y la filosofía del Buda histórico, refiriéndose a esto como “el vehículo menor”, y por encima se encuentra el “gran vehículo”, y el “vehículo secreto” también llamado Tantra. Es en este último nivel, que el guru es indispensable.

No existe un registro histórico del Buda enseñando Tantra

El tantra es un rico cuerpo de prácticas simbólicas con estrictos códigos éticos. Sin embargo utiliza imágenes sexuales y demoniacas que son fácilmente manipulables, no solamente por maestros oportunistas, sino también por devotos con grandes ilusiones. En el tantra la tradición popular y aún la historia contemporánea del Tíbet está plagada con demonios invisibles y ocurrencias mágicas.

El pensamiento iluso permea la vida religiosa tibetana. Los lamas son considerados de manera rutinaria como budas vivientes, especialmente si son adinerados, inteligentes o mejor conectados. La cultura tibetana está profundamente estratificada. El idioma tibetano en sí mismo tiene diferentes palabras para hablarle a un superior, a un igual o a un inferior. El nombre ordinario para una mujer es “de bajo nacimiento”.

Aunque muchos devotos entierran sus dudas y preguntas, las escrituras tántricas no lo exigen. Ellos prudentemente explican con detalle lo delicado de la relación del guru con su discípulo y hacen un llamado tanto a maestros como a estudiantes para inspeccionarse uno al otro por años antes de hacer un pacto esotérico. Sin embargo, en la práctica los “apoderamientos secretos” se ofrecen libremente. Los rituales públicos que lleva a cabo el Dalai Lama, son organizados con asistencias dignas de conciertos de rock. Muy pocos devotos dejan pasar la oportunidad, y luego se supone que deben considerar al lama que oficia el evento como un guru tántrico.

Los recién llegados al budismo tibetano frecuentemente se encuentran hambrientos de iluminación, y los maestros necesitan de los estudiantes para su continua credibilidad y sustento. Quizá te preguntes “¿Cómo es un Buda completamente iluminado?” o mas directamente “¿Es esta una verdadera relación o sólo una dependencia?”

No existe registro histórico alguno sobre el Buda enseñando tantra. Para poder otorgarle a estas prácticas autenticidad, el establecimiento tibetano las nombra las enseñanzas secretas del Buda. Transmitidas en un cuerpo duplicado en otro reino de existencia mientras al mismo tiempo daba sus enseñanzas aquí en la tierra. Luego la práctica es legitimizada aún mas con la afirmación de que el tantra se sustenta en las prácticas ordinarias del budismo. En teoría tu puedes elegir a que nivel quieres practicar. Sin embargo, se dice que con el tantra la iluminación está al alcance de cuando menos tres años en contraposición con las incontables vidas que se requieren en la práctica del budismo ordinario. Una vez atrapado en la órbita tibetana, muy pocos devotos eligen salirse.

¿Tu visión del gurú es un ejemplo de percepción exacerbada o la proyección de un ideal?

Para ellos, el tantra es budismo supercargado. Se meten en una gimnasia mental muy elaborada para mantener su compatibilidad con el budismo ordinario. La cultura interior está imbuida de relaciones jerárquicas que reflejan la sociedad tibetana. El budismo ordinario y los rituales tántricos se encuentran inseparablemente entrelazados.

El budismo ordinario depende de la práctica básica de la atención centrada. Esta forma de entrenamiento mental se utiliza hoy en día por todo el mundo por médicos progresistas, requiere que los practicantes aprendan a ver las cosas desapasionadamente tal como son. Se requiere de un enfoque a largo plazo para ir develando las perspicacias hacia las maneras en que nosotros pensamos cómo es que deben ser las cosas, esto puede ser inquietante. En contraste los practicantes tántricos necesitan considerar cada faceta del comportamiento del guru como lo iluminado. Ya sea o no posible reconciliar estas dos vertientes, para la mayoría de los mas agudos pensadores, estos terminan siendo mutuamente excluyentes.

La pregunta que la mayoría de los devotos a un guru evitan a toda costa hacer es la que la presencia mental ataja mas insistentemente: ¿Tu visión del guru es un ejemplo de percepción exacerbada o la proyección de un ideal? Cuando yo ya no pude aislar estas dos perspectivas una de la otra, perdí mi fe tántrica y migré al vehículo menor. Fue un paso hacia adelante con la realidad, al costo de un gran retuerce de manos, culpa y dudas.

Desde que mis memorias en “El Novicio” fueron publicadas, he recibido docenas de correos electrónicos de personas enfrentando el mismo dilema. Esta es la trayectoria de muchos que llegaron al budismo a través del pórtico tibetano. Este es un pórtico hermoso, excitante y acogedor. Para los que se encuentran espiritualmente exhaustos, golpeados o indigentes les es muy difícil resistirse a las promesas del budismo supercargado. Sin embargo, tarde o temprano, tendremos que considerar qué tan bien nos está funcionando.

–El tomar decisiones es una emoción.

El tantra no son inventos sin sentido, pero es practicado y diseminado con las formas mas supersticiosas, bastante fuera de lugar con su propia dignidad. Su valor simbólico y narrativo es tan poderoso como cualquier mitología griega, pero para la mayoría de los devotos esta comparación es una herejía. Aún entre los que lo dejan, pocos se atreven a levantar la voz. He sido acusado de apóstata, de ser un falso profeta. Aquellos que reportaron los abusos sexuales de Sogyal Lakar recibieron amenazas de muerte. Un pre requisito para la práctica del budismo ordinario es el inspeccionar nuestras propias motivaciones, y una de las perspicacias mas profundas del Buda es que los sentimientos preceden a la razón, o, como lo explican los neuropsicólogos, la toma de decisiones es una cosa emocional. El examinar tus motivaciones de esta manera, el cuestionar porqué aceptas esto y porqué rechazas aquello es exponerte a ti mismo a la desnudez del osado camino que él tomó.

Le pongo poca valía a las grandes respuestas de la vida, pero valoro las preguntas. Medio siglo de estar luchando con sistemas de creencias me han convencido que la grande es “¿Porqué creo?” hay toda una vida entera de perspicacias aquí. Nada en las escrituras tántricas contradice este acercamiento crítico, pero mientras te encuentres en el budismo por comodidad, consuelo y seguridad, no estarás yendo a ningún lado.

(este post traducido por Nayeli Maillefert Rovira)

¿Pensar en dejar de pensar?

En este mismo momento, millones de personas alrededor del mundo están intentando parar sus pensamientos. Ya sea que seas un insomne desgastado, un meditador frustrado o simplemente ansioso, lo mas probable es que estés familiarizado con la íntima agonía de los pensamientos rumiantes

¿Porqué tu mente no hace lo que le pides? ¿Porqué no se puede acallar por un momento?

Las soluciones se ofrecen por docenas. Algunos ayudan, la mayoría no. El problema es que 1) las personas ya no saben que mas hacer, así que 2) intentarán cualquier cosa básicamente porque 3) no saben lo que es la mente.

Este último es el factor decisivo y deja las puertas abiertas a los charlatanes. La inteligencia no está delimitada al cerebro.

La inteligencia no es tema sólo del cerebro

La mente es un proceso que inicia dentro de la matriz; los fetos responden un poco a la luz, y mucho a los sonidos y, por supuesto, a la comodidad y la incomodidad. Para el momento en que nacen son unas máquinas voraces de creciente inteligencia.

La inteligencia no es tema sólo del cerebro. Los bebés filtran experiencias a través de los cinco sentidos. Reaccionan instantáneamente a los sonidos, a los estímulos visuales, olfativos, a los sabores, al tacto, tratando de alcanzar aquello que quieren, alejando aquello que no quieren e ignorando todo lo demás. Es bastante básico.

Sin embargo, la mente puede también hacer cosas por si misma sin necesidad de los sentidos. Por ejemplo: los recuerdos se activan no por estímulos externos, sino por imágenes mentales internas. Como señales del camino, sustituyen algo que alguna vez fue experimentado. Las imágenes mentales son los ladrillos de nuestros pensamientos. Los pensamientos disciplinados y éticos nos ponen por encima de los animales; los indisciplinados nos categorizan completamente en otro lado.

Ya en la adolescencia, somos altamente dependientes de los pensamientos. Los usamos para racionalizar nuestras respuestas, escondiendo, camuflajeando o desviando impulsos, usualmente en respuesta a otras personas. Mientras vamos articulando la historia de quienes somos, va creciendo junto con nosotros un sentido de compromiso e inevitabilidad. Esa historia se convierte en nuestra armadura que a la vez nos protege y nos atrapa.

Los sentimientos primarios de gusto, disgusto e indiferencia, se encuentran siempre en la raíz de nuestros pensamientos, pero conforme nuestra experiencia va creciendo en sus elaboraciones se hace cada vez mas difícil mantenernos en contacto con estos. Ahora nuestras respuestas están condicionadas por el hábito. No podemos ser reflexivos en todos los temas, simplemente no hay tiempo.

Una vez que te crees esto, ya estás en problemas. Cada día las experiencias empiezan a hacer eco incontrolablemente. La lineas entre imágenes mentales y experiencias sensoriales se difumina. Tu propia mente va enloqueciendo y fragmentándose. Es entonces cuando quieres que se acalle.

Los médicos prescriben drogas, los gurús de la nueva era nos sugieren que repitamos frases tales como "mi vida está manifestándose en total perfección", los psicoanalistas quieren que hurgues en tu pasado. Toda una industria ha nacido y crecido con tratamientos de corto plazo de control de estrés.

A mano tenemos la solución a largo plazo. Siempre ha estado ahí, pero son pocas las persona que tienen las agallas para ello. Consiste en tomarte tiempo para ti mismo, atraer tu atención hacia tus sentimientos mas básicos y experienciar los ciclos de tu propia mente en tiempo real. Lo puedes llamar meditación, presencia mental o vivir en el momento, pero la mayoría de la gente habla mucho de ello en vez de ponerlo en práctica.

El problema no radica en el pensar, el problema es la adicción a los pensamientos.

No hay nada mas difícil que la simplicidad. La resistencia es palpable. Podemos salir con un pensamiento complicado para atacar el problema de tanto pensar a través de pensar más y pronto tendrás un negocio redondo; lo puedes llamar "la casa de los espejos".

El problema no es el pensar en sí, es la
adicción que tenemos por estar pensando

Pero por supuesto nunca funciona, y si nos ponemos a analizar el porqué, sólo lo empeora, y entonces ya quieres tirar la toalla diciendo "al diablo con esto, lo he intentado todo" y entonces giras hacia la idea de "ya no quiero pensar mas".

Pero el problema no es el pensar en sí, es la adicción que tenemos por estar pensando. Ya cuando somos adultos tendemos a ver cada situación como un problema que requiere ser resuelto. La idea de que la experiencia negativa es inevitable y forma parte de nuestras vidas es aterradora para la mentalidad consumista. El solo pensamiento de mantenerse aquietado frente a los desafíos incesantes de la vida nos parece tan poco realista como el querer detener las cataratas del Niágara.

No es imposible calmar el flujo de los pensamientos, pero no hay ninguna razón para tratar de hacerlo mientras están brotando en un gran torrente. Date un descanso. El mejor momento para iniciar es en la calma. Disfrútalos, agrándalos, encuentra la sanidad en ellos y empezarás a incrementar tu fortaleza. El querer sacárnosla con lo de un día a la semana de descanso fue un gran error, aún si la religión organizada estuviera en declive. La mayoría de la gente no acudía al lugar de adoración en respuesta al llamado a su fe inquebrantable en lo sobrenatural, sino simplemente para tener una hora de soltar y dejar ir todas las racionalizaciones acerca de lo que se puede y no se puede hacer.

Hemos abandonado algo importante, y sin embargo se encuentra ahí para que lo hagamos nuestro. La experiencia de la simplicidad queda obscurecida por la constante racionalización nutrida por los pensamientos incesantes. Por unos cuantos minutos cada día, apaga cualquier maquinaria que tiene atrapada tu atención, siéntate quieto y acostúmbrate al silencio. Nunca dejarás de pensar, pero no tienes que ser tan devoto a tus pensamientos que sólo están atormentando tu propia mente.

(este post traducido por Nayeli Maillefert Rovira)

Los placeres impíos de la iconoclastia

Mucho de lo que creemos es profundamente superficial. No estoy siendo irónico. La habilidad del ser humano para tragarse aquello que es conveniente y evitar lo sublime es una puerta oscura a sus hallazgos más iluminadores. No es mera pereza lo que nos detiene. Es el miedo a la aniquilación — tan fácil de entender, tan difícil de afrontar. Nos aferramos a una complacencia comfortable, con los ojos fuertemente cerrados, esperando que lo inevitable no sucederá. Hoy me importa menos qué es lo que creemos y más el por qué. Es una pregunta reflexiva que arroja luz a nuestra condición. Pero hay que estar avisado: también revela la futilidad de la mayoría de intentos de mejorarla. Por ejemplo, cuanto más exitosamente prolongamos la vida con nutrición, higiene y medicina, más incómodos nos sentimos acerca de la muerte.

La iconoclastia es el ataque o derrocamiento de instituciones veneradas y creencias preciadas. Parece casi un “ismo”, pero es lo contrario, es más una actitud que un movimiento.

Tradicionalmente, ataca la religión organizada, pero no hay motivo para parar ahí. Veamos: el ateísmo solía ser la mera negación de Dios, pero recientes referencias a la “comunidad atea” y conversaciones sobre cómo sus miembros deben actuar no han hecho sino crear otra institución madura a la que derruir.

Los iconoclastas no se agrupan. Encontrar puntos en común está muy bien; pero hay una línea que se cruza cuando la gente intenta estar demasiado de acuerdo, como si de alguna forma se reforzara su caso. Nada expresa más inseguridad que aferrarse a la certeza.

La belleza de la iconoclastia es que es personal. No hace falta que derribes a cada iconólatra. Solamente pierde fe y ya está hecho. Lo duro es vivir sin ningún icono en absoluto. Yo, con cada sistema de creencias que abandonaba, subconscientemente encontraba o acomodaba una nueva zona segura. Tardé un tiempo en ver que cada una era una piedra del caminito. Inluso entonces, no tenía ni idea del río que cruzaban o de que pudiese nadar. No estaba listo para arriesgarme.

A pesar de nuestra ciencia y tecnología, todavía nos apoyamos con fuerza en la fe. Einstein creía que Dios no jugaba a los dados. Sin siquiera prueba alguna, nunca perdió fe en la Gran Teoría Unificada. Podrías pensar que los científicos son necesariamente iconoclastas; pero son sólo humanos. A veces se obsesionan defensivamente en los hallazgos, olvidando que la ciencia es un medio para el conocimiento, no el conocimiento en si; que su verdadera fuerza yace en la duda y en la creatividad. Einstein la tuvo, y la perdió. Nunca des por sentada tu iconoclastia: todos vacilamos.

El sello de la ciencia no es garantía de objetividad; tal cualidad se encuentra en los individuos, no en los sistemas. De manera similar, la religión y la espiritualidad no son inherentemente fantásticas. Eso es también una actitud humana.

Los clichés se vuelven clichés porque albergan un germen de verdad; si no, simplemente se desvanecerían

Hoy, muchos veneran el New Age. Oprah Winfrey ha hecho que gente acomodada de toda América salga del armario en ese sentido. Esto no es nada malo. Por otro lado, nuestro lenguaje está plagado de clichés del tipo “Cada uno recoge lo que siembra” y “Todo sucede por algún motivo”. Los iconos son menos majestuosos hoy en día, a menudo sólo eslóganes.

Los clichés se vuelven clichés porque albergan un germen de verdad; si no, simplemente se desvanecerían. Imagina nuestros más lejanos ancestros forcejeando con la emergente herramienta que hoy llamamos conocimiento. Montaron sus piezas de cualquier modo. El chamanismo condujo a las artes ocultas, que finalmente dieron paso a la ciencia. Y así creemos en la causa y efecto. Nada pasa sin una razón, ¿verdad? Si no, las cosas dejarían de funcionar.

Pero no es esto lo que los ‘new-agers’ quieren decir. La suya es una petición de que el mundo no sea frío e indiferente. Sugieren que hace cosas intencionadamente para ayudarnos.

Lo cual nos lleva a Dios — otra ficción con un germen de verdad. Los primeros homínidos juntaron sus percepciones en un todo coherente, atisbaron la causalidad y, se supone, quedaron asombrados. La explicabilidad misma necesita un nombre, y puede que sea Dios. Entonces —por razones psicológicas, sociales y políticas que podemos fácilmente imaginar— dieron cuerpo a esta gran abstracción: primero la facultad de la intención, después una personalidad de abuelo y, finalmente, una larga barba blanca.

Los iconoclastas se ven en ocasiones atacados por los iconólatras; hay veces que son absorbidos por ellos. Jesús se mofó de los Fariseos por su hipocresía. Sócrates chinchaba a sus conciudadanos con verdades incómodas. Ambos fueron ejecutados. El Buda se burlaba de los líderes religiosos por explicar lo inexplicable. Vivió largo tiempo y su enseñanza floreció; pero tras su muerte sus conocimientos y hallazgos se reducieron a una doctrina y su vida a un mito icónico.

No hay un yo permanente, dijo; la mente no es fija. En nuestra iluminada New Age la gente habla audazmente de no-yo (sánscrito: anātman) y no-mente (japonés: mushin). Algunos budistas piensan que no existen porque no hay yo, o que no debieran pensar porque no hay mente. Es impresionante la facilidad con la que los seres humanos divorcian el pensamiento y la realidad. Lo hacemos con el menor esfuerzo cuanto más inseguros nos sentimos.

Mi expresión prestada favorita es “final de las opiniones.” Los meditadores tormentados por una mente-chimpancé fantasean con detener todo pensamiento. Incluso si pudieras alcanzar tal trance, tienes que preguntarte para qué. Tarde o temprano la vida llama. ¿Cuál es el problema?

No obstante, hay chicha en la frase. El “final de las opiniones” es ese salto de fe desde el camino de piedras hacia el torrente del río. Debajo yace una confianza existencial en que aunque en ocasiones creamos legítimamente en cosas, nada es permanente. Las verdades también cambian.

La habilidad del ser humano para tragarse aquello que es conveniente y evitar lo sublime es una puerta oscura a sus hallazgos más iluminadores

El final de las opiniones es la actitud iconoclasta. Te eriza el pelo contra ideas muertas, creencias intransigentes, patriotería, intolerancia y dogma; deconstruye opiniones y reconoce lo que todos sospechamos y tememos: que después de todo la vida es inexplicable; reconoce que la búsqueda de una visión del mundo que lo explique todo es en vano; pero que aun así nunca cierra los ojos, nunca se acoge a la amargura. El hombre del saco resulta ser accesible.

La ciencia está bien. Hace el mundo natural predecible, hace posible la tecnología y nos deslumbra con mitos de la creación que compiten con el Libro del Génesis. Sin embargo, no pregunta por qué estamos aquí o qué debemos hacer. Estas cuestiones incitan o bien la creatividad o bien el miedo; pero nunca, según parece, la indiferencia.

La concepción de que toda vida es coherente, explicable y solucionable es responsable de gran confusión y sufrimiento. Podemos superar nuestra tímida adicción a la idea de que tiene que haber un enfoque sensato hacia todo lo que sabemos; pero hay que atreverse.

(este post traducido por Bernat Font)